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Emma bajo el cielo de Omán, de Jean Reno

Emma bajo el cielo de Omán, de Jean Reno

Uno de los actores más importantes del cine francés, además de europeo e internacional, Jean Reno, debuta con una primera novela protagonizada por una masajista de la Bretaña francesa que recibe una oferta para trabajar en el sultanato de Omán. Aceptar esa oferta será su primer error.

En Zenda reproducimos el arranque del segundo capítulo de Emma bajo el cielo de Omán (Planeta), de Jean Reno.

***

2

Un rugido desgarra el cielo y, como salidos de ninguna parte, dos jets perfectamente sincronizados ejecutan un semicírculo para colocarse en la alineación del aeródromo.

En la pista de Lorient, la efervescencia ha llegado a su punto álgido. Que los bretones recuerden, nadie ha visto jamás tamaño despliegue de lujo y de medidas de seguridad. Meticulosamente aparcados frente a los Fal con 7X, cinco Mercedes blindados aguardan la apertura de puertas de los aviones, con los motores en marcha. No muy lejos, el comité de bienvenida se mantiene en posición de firmes: el adjunto al prefecto; el alcalde rodeado de su séquito de elegidos; Guillaume Lemonier, el director del centro, y el doctor Armand Mittois, su socio. Hace veinte años, cuando trabajaba para una sociedad japonesa de biología marina, Mittois hizo buenas migas con un joven investigador llamado Bunji Sato. Juntos crearon una preparación de algas a base de Fucus vesiculosus, alga marrón y macroalgas, capaz de tratar dolencias reumáticas. Es gracias a esta fórmula —tan vigilada como los códigos de lanzamiento nuclear— que el centro se ha erigido en uno de los mejores talasos del mundo. Fulminado por una rotura de aneurisma, Sato nunca cosechó los frutos de su éxito. A pesar de las reticencias de Lemonier, que no era nada proclive a honrar a «un ilustre desconocido» en las paredes de su estable cimiento, una placa conmemorativa luce para la posteridad en la entrada del edificio, en cumplimiento de los deseos de Mittois.

Las puertas de los jets se abren al mismo tiempo para permitir el descenso de una veintena de pasajeros. Los guardaespaldas van íntegramente de negro, los vips visten chilabas blancas y sus abogados, trajes grises de impecable factura. Un hombre destaca entre la multitud, joven, bronceado, con un rostro amigable: Tariq Khan. Es el único que sonríe; el único que puede permitírselo, piensa brevemente Lemonier con un pelín de envidia.

Su apretón de manos, por el contrario, te cruje los huesos sin piedad.

Se produce un intercambio de palabras, nada importante, el protocolo clásico. Mientras los abogados agilizan el procedimiento con los funcionarios de aduanas, los vips se dirigen hacia los Mercedes bajo el atento ojo de los escoltas. Lemonier y Mittois suben al segundo coche, detrás de Su Excelencia. El centro queda a menos de una hora y, sin embargo, el alcalde les ha asignado un escuadrón de moteros a modo de comitiva.

El programa del día está cargado y de su buen desarrollo depende una alianza inesperada. Tariq Khan ha sido muy claro: quiere inspeccionarlo todo, interrogar a los equipos, poner a prueba sus conocimientos. Sus abogados se encargarán de especificar la auditoría final, lanzada hace tres meses. Lemonier cuenta con el almuerzo para dar un golpe de efecto: una comida concebida especialmente por un chef con estrellas Michelin y unos comensales escogidos con mucho cuidado — empresarios de la región y dos celebridades francesas—, todo para evitar las excesivas formalidades.

Los tratamientos, que tendrán lugar al final del día, han sido seleccionados en función de una ficha de datos digna de la Stasi: el perfume y las texturas favoritas del señor Khan, la música ambiente, los gestos proscritos, el color de los albornoces, etcétera. También se ha previsto un estuche de productos personalizados de regalo.

Cuando franquean el portal del establecimiento, Guillaume Lemonier reprime un suspiro de alivio. Los empleados esperan de pie dispuestos en semicírculo; las recepcionistas van de rosa — las faldas han sido alarga das diez centímetros, por precaución—, el personal de cuidados viste el inmaculado uniforme compuesto por una bata y unos pantalones blancos.

Con un poco de suerte, podrán cerrar el trato… Con algo de retraso, Emma se ha incorporado al equipo del balneario media hora antes. Su desvío al océano ha durado más de lo previsto y ha tenido que improvisar una manicura exprés después de haberse estropeado el esmalte de uñas en las rocas. Sus manos son su herramienta de trabajo — palmas robustas, dedos largos y estilizados— y las cuida con maniático esmero. Por falta de tiempo, se ha resignado a recogerse la cabellera aún húmeda en una especie de moño bajo no muy ortodoxo, la verdad sea dicha. En cuanto a lo demás, se ha conformado con hidratarse la piel.

Plantada delante de sus colegas, nota que le sobreviene una risa nerviosa. Están en posición de desfile o como en un simulacro de Downton Abbey. Lemonier la ha colocado a la cabecera, bajo el pretexto de que está a cargo de los cuidados de Su Excelencia. En realidad, cualquier ocasión es buena para exhibir a Emma — en los folletos del centro, principalmente—, no tanto por sus talentos de masajista como por su espectacular belleza, tipo Ava Gardner en rubia y dotada de un temperamento imprevisible.

—¡Ya llegan!

Cuando los vehículos entran en el amplio patio, Emma ha recuperado la sangre fría y hace memoria del dosier que Lemonier le ha remitido para evitar cualquier paso en falso. El sultanato de Omán, cuya economía descansa en la producción petrolífera, ha lanzado un plan de diversificación centrado en el turismo de alta gama, la cultura y el patrimonio. Entre sus grandes proyectos, un establecimiento de talasoterapia agregado a un palacio debe abrir sus puertas cerca de Mascate, la capital. La dirección del futuro resort quiere proponer las técnicas más punteras y, gracias al tratamiento del doctor Mittois, el único rival que le queda al centro de Portivy es un célebre instituto tailandés. Según Lemonier, esta visita es determinante para el desempate; si todo sale bien, este logro debería asentar su reputación internacional.

[…]

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Autor: Jean Reno. Título: Emma bajo el cielo de Omán. Traductor: María Enguix Tercero. Editorial: Planeta. Venta: Todos tus libros.

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