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La Argentinita: como una pluma en el aire

La Argentinita: como una pluma en el aire

Folclórica y vanguardista. Hubo un tiempo en que este oxímoron fue posible. Encarnación López Júlvez fue una de las artistas más polifacéticas de su época. Una bailaora que supo poner lo popular en el centro de la vanguardia artística del 27. Que llevó el flamenco de los cafés infames a los teatros, de los callejones a Manhattan. Una intelectual que preparaba sus letras con Lorca y sus escenografías con Dalí. Una artista global, arrinconada en el negro espacio de la historia de España en el que las tonadilleras se convierten en viudas de toreros. Ella lo fue dos veces.

Nacida en 1897, en Buenos Aires, sus padres regresaron a Madrid en 1903. A los ocho años ya había debutado en el Teatro-Circo de San Sebastián. Fue entonces cuando empezó a ser conocida como La Argentinita, para diferenciarla de Antonia Mercé, La Argentina. Antes había recorrido con su padre innumerables cafés y salones de la alta sociedad, donde se metía relleno en el vestido o se vestía de chico, pues la legislación prohibía el trabajo a tan temprana edad.

En 1915 ya la había pintado Romero de Torres y giraba por el extranjero. En 1919 la contrató la compañía de Martínez Sierra y María Lejárraga, con unos espectáculos que mezclaban folclore y vanguardia escénica, una mezcla que hizo suya y que llevaría a su máxima expresión por los escenarios de todo el mundo. Aquella compañía estrenó la primera obra de Lorca en 1920, El maleficio de la mariposa, un fracaso de taquilla donde La Argentinita bailaba con unos tules. Aquello gustó a los jóvenes de la Residencia de Estudiantes, convirtiéndose en una más del grupo.

A Encarnación, ya muy popular, también le gustaba hacer parodias de las artistas más famosas, como la que realizó del “¡Viva Madrid!”, de Pastora Imperio, o del popular cuplé “Matrimonio”, de Raquel Meller, que se enfadó tanto que subió al escenario a darle un guantazo delante del público.

En 1922 muere su gran amor de juventud, Joselito El Gallo, el rey de los toreros, y se marcha a América a olvidarlo. Poco después empieza una relación con otro torero, Ignacio Sánchez Mejías, que estaba casado y era, además, cuñado de Joselito. Ella se retiró e intentó retirarlo. El diestro estaba más cerca de Douglas Fairbanks que de El Cordobés. Piloto, presidente del Betis, de la Cruz Roja de Sevilla, mecenas y escritor, llegó a estrenar dos obras de teatro con relativo éxito. La pareja tendría una relación muy estrecha con Lorca, Alberti, Dámaso Alonso, Guillén o Bergamín. Fue Sánchez Mejías quién organizó el famoso homenaje a Góngora que sirvió de acto fundacional de la Generación del 27.

La conexión entre Lorca y la pareja desembocó en la creación de la Compañía de Bailes Españoles, experiencia en la que Encarnación conectaba la modernidad con la pureza de los cafés cantantes: rescató a viejas glorias del flamenco como a “La Macarrona” o a “La Fernanda”.

En 1930, en Nueva York, coincide con Lorca, Fernando de los Ríos, Federico Onís y Andrés Segovia. Onís pedirá a Encarnación y a Federico que apadrinen a su hijo. Desde entonces Lorca la llamará “comadre”. Juntos prepararán los cinco discos sobre canciones populares que han pasado a la historia: armonización y piano del andaluz, voz y castañuelas de la bailaora. Se publicarán en 1931.

La muerte de Sánchez Mejías en la plaza, al poco de reaparecer en los ruedos en 1934, supuso un trágico punto y aparte en sus vidas. Lorca le escribió al finado la famosa elegía y Encarnación se refugió otra vez en América con el baile como ayuda para intentar olvidar tanta pena.

Volverá a España en el verano sangriento de 1936. Vio a Lorca poco antes de su asesinato. Ella y su hermana Pilar, también una prestigiosa coreógrafa y bailarina, le propusieron quedarse en casa de ambas, pero ya no volvieron a verlo. Las canciones de La Argentinita se escuchaban en Unión Radio Madrid durante las emisiones de los bandos de la República. Durante la contienda actuaron en festivales benéficos, preparaban una actuación y la interpretaban en cinco o seis teatros en una misma noche, pero acabaron saliendo para Orán y de ahí a Europa y Estados Unidos. Terminada la guerra, su nombre apareció en la prensa entre los artistas caídos durante el conflicto. A pesar del error, el régimen franquista la ignoró mientras triunfaba en Nueva York.

El marqués de Cuevas le dijo por aquel entonces: “Te quiero hacer un regalo. ¿Te gustaría que Dalí te hiciera un retrato?”. Ella le pidió que mejor sufragase un homenaje a Federico materializado en el decorado de El Café de Chinitas, que llevó en 1943 a las tablas del Metropolitan de Nueva York. Aquel montaje fue uno de sus últimos grandes éxitos. Dalí ideó una escenografía presidida por una gran mujer-guitarra crucificada, derramando su sangre desde las castañuelas, que hacen de estigmas. En septiembre de 1945, tras una actuación, La Argentinita fallecía a causa de un cáncer de estómago que no quiso tratar por no dejar de bailar.

«Era como una pluma en el aire… Fue preciso que la vida lastrara su corazón con el peso del gran amor y su cuerpo delicioso conociera el valor estatutario de la línea y el secreto del abandono femenino y del hondo dolor humano para que la hiciera reposar sobre el suelo y la convirtiera en la intérprete de los cantaores hondos y las danzas flamencas y le diera una voz cordial, aterciopelada y penetrante, sin estridencia y una maravillosa expresión dramática en el baile y en la copla».

(Manuel Machado)

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Jaime
Jaime
3 ddís hace

Así son las mujeres, y también algunos hombres que deseamos desaparecer como plumas en el aire, pues nos robaron el pasado, nos mienten en el presente y nos han fastidiado la función a base de triquiñuelas picarescas propias de un verano en la vida de Cervantes.

Última edición 3 ddís hace por Jaime