Paul Valéry se levantaba cada mañana entre las cinco y las seis, encendía un cigarrillo y escribía sin interrupción en sus cuadernos. Así lo hizo durante cuarenta y cinco años. «Estos cuadernos son mi vicio», confesó alguna vez. También su refugio: «Una forma del deseo de estar conmigo, y hasta de ser yo». Como él, muchos escritores, artistas y pensadores han hecho de sus cuadernos un laboratorio, un espacio de retiro o una forma de resistencia. El cuaderno como punto de partida, como medio y como fin de la escritura; como soporte de una obra siempre provisional, imperfecta y abierta.
Cristóbal Polo mantuvo una conversación con Álvaro Colomer en el marco de los “Diálogos online” que la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña / Associació Col·legial d’Escriptors de Catalunya) realiza con el apoyo de CEDRO.
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